No nació la mujer para ser encadenada,
Por frágil, por bella, y por irreemplazable
Y porque es incauta no es culpable
No nació para ser olvidada.
No nació para ser despreciada,
Porque es impetuosa e inquebrantable
Y aquella virtud es más que admirable
No nació para ser olvidada.
Porque es mujer es más que venturosa,
Y porque son sus ojos dos lumbres divinas
Cierro los míos y la declaro mi Diosa.
Es inspiración perfecta que encamina,
Mis vagos sueños con palabras jadeantes
Diciéndome “la vida aquí no termina”.
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