El silencio crece como el cáncer,
dice una canción, y más que al cáncer, le temo enormemente a la silenciosa
soledad, fría y aterradora, que me carcome el alma y la convierte en miserable.
El silencio parece sereno e
inofensivo, dícese la tranquilidad del alma, entonces imagino una vida sin las
sonrisas de mis hijos, el llanto de sus enojos o los susurros de sus penas,
para tranquilidad de la mía y, no, no quiero.
El silencio me mata, me hiere, me
aterra, no lo imagino porque asesinaría mis fantasías y todas mis ilusiones por
vivir, y quiero vivir esta vida tan corta con una carcajada muy larga, tan
larga como se pueda y contagiar al mundo de esta enfermedad llamada bulliciosa
felicidad.